"Pero si no escuchas la voz del Señor, tu Dios, poniendo por obra todos sus preceptos y mandatos, irán viniendo sobre ti, hasta darte alcance, todas estas maldiciones:
Maldito seas en la ciudad, maldito seas en el campo.
Maldita tu cesta y tu artesa.
Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu suelo, las crías de tus reses y el parto de tus ovejas.
Maldito seas al entrar, maldito seas al salir.
Que el señor te mande la maldición, el pánico y la amenaza en todas las tareas que emprendas, hasta que seas exterminado, hasta que perezcas sin tardanza, por haberlo abandonado con tus malas obras.
Que el Señor te pegue la peste, hasta terminar contigo, en esa tierra donde vas para tomarla en posesión.
Que el Señor te hiera de tisis, calenturas y delirios; sequía, agostamiento y tizón; que te persigan hasta que perezcas.
Que el cielo sobre tu cabeza sea de bronce y la tierra bajo tus pies, de hierro.
Que el Señor te mande en vez de lluvia polvo, y haga bajar ceniza del cielo, hasta que seas exterminado.
Que el Señor te entregue ya vencido al enemigo; saldrás contra él por un camino y por siete caminos huirás; serás el espanto de todos los reinos de la tierra; será tu cadáver pasto de las aves del cielo y de las bestias de la tierra, y no habrá quien las espante.
Que el Señor te hiera de viruela, tiña y sarna que no puedas curar.
Que el Señor te hiera de locura, ceguera y demencia; andarás a tientas a mediodía, como a tientas anda un ciego en su tiniebla. Fracasarás en todos tus caminos, te explotarán y te robarán mientras vivas, y no habrá quien te salve.
Te prometerás con una mujer y otro se la gozará; te edificarás una casa y no la habitarás; te plantarás una viña y no la venidimiarás.
Te matarán al buey ante tus ojos y no lo probarás; te robarán el asno y no te lo devolverán; entregarán tu rebaño al enemigo y no habrá quien te salve.
Serán entregados tus hijos e hijas a otro pueblo; tus ojos lo verán y se irán consumiendo por ellos, sin que puedas echarles una mano.
Un pueblo desconocido se comerá el fruto de tu suelo, tus fatigas; te verás solo, explotado y aplastado mientras vivas, hasta volverte loco por el espectáculo que han de contemplar tus ojos.
Que el Señor te hiera en las rodillas y en los muslos que no puedas curar, de la planta de los pies al cráneo.
Que el Señor te haga marchar a ti y al rey que te establezcas a una nación desconocida; allí darás culto a dioses extranjeros de piedra y leño. Serás el asombro, el refrán y la burla de todos los pueblos adonde te deporte el Señor, tu Dios.
Saldrás al campo cargado de semilla y cosecharás una miseria, porque te lo devorará la langosta.
Plantarás y cultivarás viñas, y no beberás ni almacenarás vinos, porque te lo comerá el gusano.
Tendrás olivos en todos tus terrenos, y no te unguirás con aceite, porque se te caerán las olivas.
Engendrarás hijos e hijas, y no serán para ti, porque marcharán al cautiverio.
De los árboles frutales de tu suelo se apoderarán los insectos.
El extranjero que viva entre los tuyos se alzará sobre ti, cada vez más arriba, y tu caerás, cada vez más abajo: el te prestará y tu no le podrás prestar; el será cabeza, y tú cola.
Sobre ti irán viniendo todas estas maldiciones; te perseguirán y te darán alcance hasta exterminarte, por no haber escuchado la voz del Señor, tu Dios, desobedeciendo los preceptos y mandatos que él te mandó, y ellas serán signo y prodigio contra ti tu descendencia para siempre".
Deuteronomio 28, 15-46