
Es un gélido atardecer y las nubes viajan despacio; se esparcen por la atmósfera y arrojan una cortina grisácea sobre nosotros. Entre la niebla y un rocío constante y frio, manejo detrás de un cortejo fúnebre. Avanzamos lenta y silenciosamente, la humedad nos traga.
De pronto, una mano retrae la cortinilla oscura del vidrio trasero de la carroza.
Alguien se asoma.
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