domingo, 26 de abril de 2009

SUPERMERCADO


Siempre que voy al supermercado ocurre algo. Lo más común es encontrarse a alguien conocido; un cliente, familiar, amigo. También es frecuente tener problemas con gente en la caja, desde clientes hasta los mismos cajeros. Ir al súper es toda una aventura. De la misma forma, es habitual toparse con alguien que, viéndote en uniforme, pregunte sobre tal o cual receta o corte de carne. Ese día llegué al departamento de pescados. Me recargué sobre el mostrador, saludé al desapachador y ordené dos kilos de salmón, dos de bagre y uno de camarón. A mi lado, una señora joven esperaba su turno. Ya sabes, de esas chavitas que se acaban de casar y no saben una chingada de nada. Cuando el empleado la atendió, pidió cierta cantidad de barritas de surimi. Ella me ve y sonríe. Detrás, otra señora, notablemente mas vieja y gorda nos mira. Llega el despachador con el surimi y la señora pregunta, -¿oiga, y ese cómo se prepara? -a lo que el despachador responde: no, ese ya viene cocido. La señora se le queda viendo y pregunta de nuevo, -¿se hornea? -no sé, responde el empleado. La señora vieja y gorda que está detrás interviene: -no, mija, a este se le pone mayonesa, nomás. -La joven señora, incrédula, pregunta si realmente no hay que meter el surimi al horno, ¿osea, se come crudo? Pero la gorda ya no dice nada, solo alcanza a sonreír. Entonces todos reímos, incluyendo el dependiente.

Tonta.


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