domingo, 14 de septiembre de 2008

PELOS

No soporto tener pelos en el cuerpo. Me rapé. Depilé cada centímetro de mi piel. Primero compré la cera, pero como no estoy acostumbrado al dolor ni estoy dispuesto a soportarlo, abandoné el tratamiento y contraté a una señora gorda para que me rasurara, a mano, cada tercer día; el problema fue que terminé con el cuerpo lleno de pequeñas y dolorosas cortadas. Despedí a la señora gorda con su rastrillo y sus cremas de afeitar mentoladas y me inscribí en una de esta clínicas donde depilan con láser. Funcionó a medias. Aún podía sentir el picor de mis vellos emergiendo alrededor de mis genitales y en mis axilas; la sensación era francamente insoportable. Entonces fui con un químico, le pagué cientos de miles y desarrolló un compuesto ácido que evita el crecimiento capilar. Funcionó. Finalmente funcionó. ¡Si! El único detalle es que ahora tengo la piel llena de ampollas y ulceraciones tan dolorosas que debo dormir con una sobredosis de analgésicos, además de morder un olote, pues de no hacerlo, terminaría rompiéndome los dientes del dolor. No importa. Ni un solo vello o pelo asoma en mi piel.

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