miércoles, 17 de septiembre de 2008

APARICIÓN

El viernes pasado fui a las montañas y me interné en el bosque. Ahí no hay nadie. O por lo menos eso pensaba. De noche, escuché ruidos. Salí de mi tienda de acampar y abrí bien los ojos; hay poca luna y apenas y se cuela por entre los pinos. Escucho pisadas. Pienso en animales. Osos, gatos de monte, liebres. Quizá la hoguera que encendí horas antes y ahora se encuentra humeante los atrajo, no lo se. Tengo una linterna pero no me atrevo a encenderla. Lejos de ser una herramienta útil, resulta ser un formidable método de mostrar dónde estás. Si no me huelen o escuchan, puedo pasar desapercibido. Los ruidos se hacen más intensos. Se acercan. Ahora comienzo a tener miedo. El pulso se me acelera y siento en la boca un sabor metálico. Tego frío y calor al mismo tiempo. Volteo hacia todas partes pero no puedo ver nada. Percibo una presencia; puedo sentir sus pasos creando vibraciones que se transmiten como una electrificación a través de la hojarasca. Entonces, aparecen: seres casi humanos, se deslizan sigilosamente a través de un claro a mitad del bosque. Son seis, tal vez siete. Están iluminados. Emiten una luz blanca, ténue, que genera un halo finisimo a su alrededor. Su piel debe estar modificada. Es rugosa pero translúcida. Pienso que han desarrollado un sistema de túbulos epidérmicos interconectados por donde circula una sustancia bioluminiscente. Esta red de vasos se conecta con el sistema nervioso, y la luminiscencia ocurre cuando el éter dentro de los túbulos es eléctricamente estimulado. Estos seres se aparecen por las noches. Habitan en bosques aislados, pantanos y valles lejanos y se les confunde frecuentemente con fantasmas, espectros y otras apariciones metafísicas. Lo más seguro es que vivan en cavernas enormes.
Permanezco quieto, me oculto detrás de un árbol. Están recogiendo moras, hongos, yerbas y frutos del bosque. Me muevo un poco, se resquebrajan algunas ramas. Uno de ellos nota mi presencia. Sus ojos blancos, rellenos de una sustancia electrificada que circula en corrientes convectivas me observa. Emite un chillido apenas audible y de pronto se apagan, se vuelven oscuros. Puedo escuchar cómo se retiran, pero no los veo. Una brisa lenta y fría me postra en el suelo; me recargo contra el árbol, levanto la vista al cielo. Veo la luna desaparecer en el firmamento. Ahora el bosque está en silencio.

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