domingo, 7 de septiembre de 2008

EL MUERTO

“Qué tan muerto está”, preguntó el policía. “Mmmm...”, meditó el paramédico, “yo diría que este muerto está bien muerto”. “¿Osea que no puede estar más muerto?”. A lo que el paramédico agregó: “No. Me temo que este es, de facto, el nivel mas profundo y absoluto de muerte que un ser humano puede alcanzar”. Entonces cubrieron el cadáver con una sábana blanca -que se manchó instantáneamente de sangre-, y procedieron, uno a levantar el reporte de los hechos y el otro a llevarse el cuerpo a la morgue.
En el sitio solo quedaron trozos de metal, sangre, vidrios, gasolina, algunas monedas, los zapatos del muerto y un escapulario, además de una manada de reporteros, curiosos, un perro flaco y la luz de la avenida que nunca se apaga. Después la calle la noche la gente sus ruidos y cosas volvieron a su habitual discurso y la calle, entumecida, espera otro regadero de sangre y aceite.
El muerto descansa en paz, sellado por la autopsia de ley; paramédico y forense lo despojan de anillos cartera y esclava y el oficial detiene a una prostituta un conductor ebrio y reclama su parte. Todos coperan. La fosa común, con su gran boca y apetito insaciable, espera su parte.

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