domingo, 21 de septiembre de 2008

DRAMA

Llené el lavamanos con agua. Ahí me estuve un rato, observando la calma sobre la superficie del agua. Los rayos del sol se reflejan sobre el espejo casi perfecto del líquido y todo está quieto y en silencio. Una brisa muy suave entra por la ventana, cae despacio sobre el lavamanos y excita el agua. Finísimas olas se forman y una sensación de frescura invade el baño. Hace calor. La humedad aumenta y densos nubarrones comienzan a formarse. Se intensifica el viento. Ahora el oleaje es más acentuado. De pronto, comienza a llover. Primero un rocío intenso seguido de una precipitación con gotas gruesas y después un granizo percute los mosaicos. Ahora llueve con tal fuerza que apenas y pueden verse las llaves del agua; las toallas bailotean con el viento y el jabón se disuelve. El viento sopla intensamente. El barco pirata escapa del acecho de una fragata española; ambos corren peligro, pues las condiciones atmosféricas se han tornado dramáticas. La cuestión ya no es huir o luchar, sino sobrevivir. Los hombres arrojan cuanto pueden por la borda, tratando de aligerar las naves, pero los vientos rompen las velas arrojan a la tripulación al mar y finalmente una de las embarcaciones se rompe en un arrecife. La otra se incendia.

Todo ha terminado. La tormenta finaliza con una llovizna leve seguida de una brisa suave y rítmica. Sobre la superficie quedan restos de madera, barriles y una vela con su mástil. El agua es calma. Ha salido el sol y se escucha el canto de las aves.

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