Le he hecho una libación y sacrificio al dios Eolocus, deidad del viento rabioso y desenfrenado. Maldije como un estúpido durante veinte minutos, exhale imprecaciones, me insuflé de vientos nocivos y toxicidades aéreas y escupí flemas gaseosas perfundidas de mentira, blasfemia y purulencia pagana. Ahora, un viento suave y silencioso me envuelve y reconforta. Pero esto es solo momentáneo, pues la inercia pneumática de la deidad está por regresar.
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