jueves, 28 de agosto de 2008

PANCHO SECO

Le decían “Pancho seco” porque estaba flaco y enclenque, tanto, que las costillas le protruían y las articulaciones resaltaban de manera grotesca.

Se fue a Pittsburgh a probar suerte, pues un primo suyo había trabajado ahí, pero al cabo de un mes de haber llegado se quedó sin dinero. No encontró trabajo y comenzó a pedir limosna, y lo único que recibió fueron escupitajos, insultos y patadas. Un día de fuertes ventiscas y estando tirado en un callejón, un periódico se le fue a embarrar a la cara y ahí pudo leer que unos laboratorios pagaban 500 dólares por hacer pruebas de un medicamento nuevo. Sin pensarlo dos veces salió de aquél callejón y se encaminó hacia los laboratorios. Una vez dentro, lo hicieron firmar documentos, lo escoltaron hacia un cubículo, lo sentaron en una cama de hospital y luego de conectarle toda suerte de ductos, catéteres y electródos, le inyectaron una serie de sustancias. Repitieron la operación una y otra vez por espacio de una semana y después lo pasaron a un cuarto de recuperación. Al cabo de un par de días en observación el tipo se convulsionó, vomitó sangre, su piel tomó una coloración nunca antes vista, no podía articular lenguaje y veía borroso. Tambien le tuvieron que poner un pañal, pues era incapaz de contenerse. Al cuarto día suspendieron el ensayo y los médicos, aterrados, le sacaron sangre, orines y caca, lo metieron en una furgoneta con vidrios polarizados, lo llevaron a un callejón oscuro, le metieron mil dólares en la bolsa y lo echaron a la calle.

Cómo llegó a México es un misterio. La cosa es que regresó a Monterrey.

Nunca se recuperó del todo. Se le veía por la calzada Madero, vagando sin sentido y balbuceando cosas rarísimas. Tenía delusiones estrambóticas sobre alienígenas en trajes fluorescentes con pistolas de rayos X y jeringas enormes. Lo internaron un par de veces en el psiquiátrico hasta que lo dejaron vagar libremente y así se transformó en un teporocho.

Terminó atropellado por un ecotaxi. Su cadáver fue llevado al anfiteatro del hospital universitario, donde nadie fue a reclamarlo. Su cuerpo fue donado a la facultad de medicina y usado para las prácticas de anatomía, donde los alumnos reían y se mofaban de el, pues sus genitales eran particularmente pequeños.

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