jueves, 28 de agosto de 2008

IRON MAN

Con la llama de la vela quemo los alfileres hasta que un tizne muy fino los envuelve. Luego comienzo a enterrarlos en todo mi cuerpo. En algunas partes siento cómo tocan el hueso. Hay casos en que atraviesan alguna vena o arteria importante y un sangrado profuso es suscitado pero el flujo es rápidamente contenido. Ya casi termino; la totalidad de mi piel está cubierta por alfileres. No siento dolor alguno, es mi voluntad ignorar el dolor, es mi destino clavar alfileres en mi piel. De pronto, ocurre: los alfileres se disuelven, son absorbidos por la piel y el metal viaja por el torrente sanguíneo hacia las vísceras. Las cubre recubre y la sustancia solidifica. Siguen venas, arterias y nervios; el metal líquido endurece a su alrededor. Pronto todos los órganos, tejidos y glándulas se encuentran protegidas por una coraza de metal. Mi cuerpo pesa tanto, los tejidos se desgarran, puedo sentirlo con cada palpitación de la aorta. El metal reacciona con el bombardeo de partículas subatómicas provenientes del cosmos y modifica las células sanguíneas: ahora mi sangre es fluorescente.
La radiación cósmica ha llegado al sistema solar y envuelve al planeta. En cuestión de horas, habrá de penetrar la atmósfera y los seres vivos sufrirán mutaciones severas. Los pensamientos de los seres humanos se mezclarán con la radiación en una ola electromagnética expansiva que perturbará toda actividad celular en el planeta.
Me oculto y espero el momento.
He tomado precauciones.
Estoy protegido: nada puede hacerme daño. Afuera, la vida se está transformando, mutando. Un gran cambio está ocurriendo.

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