Se me está desbaratando la lengua. A medida que hablo se va rompiendo en trozos. Los siento entre los dientes, me da asco y los escupo. Caen al suelo se mezclan con el polvo la tierra sangre y saliva. Se contraen. Se estiran. Retuercen. Chillan. Se reagrupan y forman una cosa que asemeja una lengua, pero no lo es. Empero, habla. En un idioma desconocido y arcaico repite incesantemente una frase: una maldición ancestral. Algo sobre el fin del mundo y los pecadores. No para de gritarlo y me asusta. De inmediato la pisoteo, le echo gasolina y le prendo fuego. Parece que se murió. Ya no puedo escucharla y no se mueve.
1 comentario:
Para casos como este, que bueno que escribes.
D.L.
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