Tengo entre mis manos un objeto: la idea de Dios. Presiono fuerte. Más fuerte. Sigo apretando con fuerza, mis músculos tendones venas y arterias hinchados, protruyen, palpitan furiosos, mi piel, enrojecida, la sangre un torrente violento, estoy sudando, a punto de gritar estallar. De pronto, todo termina; relajo el cuerpo. Mis manos comienzan a despegarse. Ahora puede verse: ha desaparecido. Ya no está.
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