“Qué tan muerto está”, preguntó el policía. “Mmmm...”, meditó el paramédico, “yo diría que este muerto está bien muerto”. “¿Osea que no puede estar más muerto?”. A lo que el paramédico agregó: “No. Me temo que este es, de facto, el nivel mas profundo y absoluto de muerte que un ser humano puede alcanzar”. Entonces cubrieron el cadáver con una sábana blanca -que se manchó instantáneamente de sangre-, y procedieron, uno a levantar el reporte de los hechos y el otro a llevarse el cuerpo a la morgue.
En el sitio solo quedaron trozos de metal, sangre, vidrios, gasolina, algunas monedas, los zapatos del muerto y un escapulario, además de una manada de reporteros, curiosos, un perro flaco y la luz de la avenida que nunca se apaga. Después la calle la noche la gente sus ruidos y cosas volvieron a su habitual discurso y la calle, entumecida, espera otro regadero de sangre y aceite.
El muerto descansa en paz, sellado por la autopsia de ley; paramédico y forense lo despojan de anillos cartera y esclava y el oficial detiene a una prostituta un conductor ebrio y reclama su parte. Todos coperan. La fosa común, con su gran boca y apetito insaciable, espera su parte.
Y si lo intentamos de nuevo (?)
Hace 7 años
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