lunes, 9 de marzo de 2009

FLEXIONISTA


Aquél hombre se propuso hacer algo insólito.

Después de arrojarse desde una plataforma ciento cincuenta metros de alto y zambullirse en un vaso de agua, decidió llevar a cabo un acto nuevo y más extremo. Esa mañana, vio el tubo de ensayo y tuvo una revelación: supo cómo sería su próxima hazaña, la más notable de todas. Comenzó el entrenamiento. Se preparó física y mentalmente, pues introducirse en una probeta no sería fácil, y para el mejor contorsionista del mundo, aquél era un acto que debía ejecutarse con el mayor grado de precisión.

Pasaron semanas.

Meses.

Una mañana el atleta sintió plena confianza en si mísmo y anunció que lo haría: el show estaba por comenzar.

Cuando llegó al escenario prensa y muchedumbre lo esperaban. El público, ansioso e incrédulo, temblaba; el barullo era tan intenso que la presión extraía rocío del aire atmosférico.

Se abre el telón. Al centro del escenario pueden verse una plataforma de madera con una escalinata y al final una base sosteniendo la probeta. Aparece el flexionista, el público explota: aplaude grita chifla se abraza y brinca. Cámaras y videos registran cada segundo del espectáculo. Con la vista perdida y un andar suave y confiado asciende por la plataforma. Aquél momento le pertenece. Cada paso que da es un latido en la muchedumbre y en un abrir y cerrar de ojos hombre y probeta se encuentran frente a frente. Respira hondo. Los reflectores se intensifican. Cierra los ojos. El sudor lubrica su cuerpo. La gente contiene la respiración. Solo están tú y ese pequeño tubo de vidrio. Primero un pie. Sigue la mano; un brazo se desliza y entra la otra pierna. Nadie quita su vista de la plataforma. Hay artistas dibujando el fenómeno. ¡Fotografías! El brazo que falta se introduce; entonces el flexionista gira sobre sí mismo y en un sorpresivo movimiento mete la cabeza. El público lanza un oleaje estruendoso de aplausos loas y bravos; el cuerpo del flexionista, una compresión dentro de una probeta. Llantos, gritos, respiración acelerada, ¡nunca antes habíase visto cosa igual! Se ha hecho historia. Terminan las felicitaciones, la emoción se apaga y la gente comienza a salir del auditorio; el espectáculo ha terminado y todos regresan a casa. Dos empleados colocan el tubo de ensayo en una caja y lo retiran del escenario. No saben qué hacer; el espectáculo ha sido tan perfecto que nadie quiere revertir o deshacerlo. Es una de esas cosas que deben conservarse, como el camarada Lenin o las momias de Guanjuato. El flexionista debe permanecer para la posteridad.

Hoy vive dentro de aquella probeta. Le dan de comer suero y proteínas con un gotero. Lo tienen en un museo, dentro de una pesera llena de reptiles exóticos, con un foco de luz intensa para mantenerlo caliente y una grabación con ruidos de la naturaleza como música de fondo. La gente pasa, lo observan, fotografían, felicitan y aplauden. Él regresa el gesto guiñando un ojo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya está como los gatos en peceras cerradas y cosas de esas. Es cierto lo de los gatos? Claro que no verdada!!!! Queda la duda?

Ñets dijo...

Gran acto, gran, gran post.