domingo, 30 de noviembre de 2008
viernes, 28 de noviembre de 2008
PALACIO
Eso resume de manera admirable la psicología de las mujeres: quieren que uno adivine a todas horas lo que quieren.
Está cabrón.
NO ME PUEDO QUITAR LA CAMISA
miércoles, 26 de noviembre de 2008
FRASE CÉLEBRE 11
MASAJE
Acudí al domicilio donde en el periódico anunciaban el salón de masajes. Entré, algo nervioso, y me pasaron a una sala de espera. El sitio es pequeño y algo sofocante. Detrás de un escritorio una secretaria recibe llamadas y agenda citas. Frente a mi, una foto enorme de una playa tropical cubre la totalidad de la pared y me invita a creer que no estoy en la ciudad. Afuera hace frío y el viento sopla, levantando hojas y polvo. Gente pasa por un corredor que conduce a varias habitaciones pequeñas equipadas con una mesa especial para masajes, un sistema de audio que vierte música ambiental y sonidos de la naturaleza, una bandeja con aceites y esencias, toallas, un lavamanos y focos controlados para dosificar la luz. Un altavoz dice "siguiente" y una mujer con una bata de hospital aparece e indica que debo seguirla. Dejo la sala de espera con su idílico paisaje tropical y camino hacia el pasillo. Respiro hondo, la mujer se detiene, empuja una puerta y entramos. El cuarto es pequeño, el techo alto y sobre la pared, un anuncio impreso en plástico y con figuras humanas dibujadas indica la agenda a seguir; quitarse los zapatos, después los calcetines. Luego hay que deshacerse de la camisa para pasar luego a los pantalones y finalmente, la truza. Ahora hay que acostarse boca abajo sobre la mesa, colocando la cara en la abertura cuadrada, y así mirar el suelo mientras comienza el proceso. Se escucha la música relajante, la iluminación disminuye, se dilatan las pupilas, respiro e imagino sitios donde pudiera tomar unas vacaciones. Abren la puerta y entra la masajista. Hay una perturbadora exclusión de diálogo, solo un intercambio dérmico entre sus manos y mi espalda, que ya comienza. Respiro profundo, sus dedos me piden me relaje, tómalo con calma, te sentirás mejor. Accedo. Mis brazos cuelgan, me estoy soltando. Pronto dejo de sentir el peso de mi cuerpo, la música el aceite y la esencia aromática me envuelven subliman siento que floto, sus manos recorren la espalda yo cierro los ojos comienzo a ver una playa, con olas que se dejan caer rítmica y apaciblemente sobre la arena, sus manos son olas mi espalda un mar una playa, me siento tan bien, quiero que siga, no pare.
Abren la puerta. Un aire frío me crispa la piel. Se detiene el masaje. Alguien a entrado a la sala, una, dos personas, no lo se. Nadie habla, solo escucho y siento el aire perturbado por los aspavientos que hacen con las manos, señas, órdenes. Sigo boca abajo, con la vista fija en el suelo, los aceites calientan la espalda, me concentro en los aromas florales, en el eucalipto, la canela. De pronto sostienen mis brazos, presionan mi cabeza contra la mesa y sujetan mis piernas; forcejeo pero es inútil, son mucho más fuertes que yo. Comienzo a gritar cuando todo se ilumina intensamente; aumenta el volúmen de la música, que ahora se ha transformado en heavy metal. Estoy gritando pero no puedo escucharme, la
martes, 25 de noviembre de 2008
lunes, 24 de noviembre de 2008
GRITO
Algo sucede. A la mitad de la noche, un grito: niño perro gato asalto o rechinido de algún vehículo, yo que sé. Rasga la calma nocturna, la brisa lo lleva lejos y esparce por la atmósfera.
Entonces la ciudad calla, escucha y espera, pues algo ha ocurrido.
DAN FOGELBERG

Lamento su muerte.
Su música evoca recuerdos importantes, buenos, imprescindibles.
Señor Fogelberg: gracias por su música. Usted es valioso para mi.
Su música sigue ahí.
viernes, 21 de noviembre de 2008
DÍAS
Hay días en que no tengo nada que hacer decir escribir; permanezco en silencio, con la hoja en blanco frente a mí y la pluma en la mano. De repente me pica la lengua y siento un cosquilleo en la punta de los dedos, como que quiero decir algo pero no me sale; pienso que a veces basta con hacer un garabato sobre el papel, o murmurar algo, lo que sea, en espera de que las palabras salgan, vaguen y se mezclen con otras palabras, ruidos, destellos, gritos, y regresen a mí, cargadas de novedad, historias, momentos increíbles, curiosos, pero nada ocurre, y entonces me invade la frustración: grito, rompo un lápiz, una ventana, me corto las arterias del cuello, caigo al suelo y me desangro, buitres descienden sobre mí, comienzan a desgarrar mi piel, perros salvajes me devoran, las hormigas terminan con mi cuerpo y entonces me elevo y en mi resurrección pienso en palabras imágenes ruidos pero todo es oscuridad y silencio.
jueves, 20 de noviembre de 2008
miércoles, 19 de noviembre de 2008
ENSALADA
martes, 18 de noviembre de 2008
SALVACIÓN
De pronto, me invade la angustia: quiero salvación y la quiero Ahora. Necesito que Cristo venga a mi casa y me salve Ya.
¡Silencio!
Alguien llama a la puerta.
¿Acaso será Él?
lunes, 17 de noviembre de 2008
AGUACATE
BÚSQUEDA
No tengo manos. Hace tiempo las perdí: abriendo una puerta, cambiando un neumático o limpiándome el trasero en algún baño público, no recuerdo. Por ahí deben de andar. Solo espero no se hayan separado. Le ruego que si las ve, haga lo posible por atraparlas; métalas en una bolsa o caja y tráigamelas. Me hacen tanta falta.
sábado, 15 de noviembre de 2008
jueves, 13 de noviembre de 2008
ME ESTOY MORDIENDO LA LENGUA
Me estoy mordiendo la lengua. Desperté sudando las manos me tiemblan pequeños objetos vuelan a mi alrededor son ojos son ojos que me observan, ven cosas que yo no puedo ver, se cierran, la luz se comprime se oscurece todo, después se transforman en orejas succionan todo el sonido, el silencio obstruye los ruidos y las orejas vuelan chocan entre sí y al hacerlo desparecen en un fuego brevísimo que inflama la atmósfera expandiendo la humedad generando burbujas llenas de gritos lamentos palabras inconexas listas para eclosionar y convertirse en frases premisas paradojas profecías. Me estoy mordiendo la lengua, despacio, con fuerza, la mastico y los tejidos comienzan a destruirse; primero el dolor, intenso, inflama la boca; pasa, hay tumefacción después anestesia; más tarde una migraña intensa envuelve mi cráneo, me impulso corro destruyo mi dentadura contra la pared, trituro mis propios dientes se forma una pasta con los músculos, arterias y nervios de la lengua; de pronto, mi rostro se detiene: en el suelo, palabras muertas bañadas en sangre yacen silenciosas.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
MOMENTOS URBANOS 2
Almorzando en un puesto de tacos, un tipo se acerca: “un taco, seño, llevo dos días sin comer”. Me pregunto cuántos días llevará bebiendo. El tufo a alcohol me suelta el estómago.
martes, 11 de noviembre de 2008
domingo, 9 de noviembre de 2008
TORNILLO
Cierta noche, a mitad de una fiesta y mientras narraba una historia increíble, un conocido reclamó,: "lo que a ti te pasa es que te falta un tornillo". Según lo que entendí, yo estaba loco por narrar -y creer- una historia por demás fantástica. En el momento sonreí, elaboré un aspaviento y una mueca y terminé mi relato. Inquieto, salí de ahí.
Ya en mi departamento y frente al espejo, mojé mi rostro, eché atrás mi pelo y me vi a los ojos: ¿es que de verdad estoy loco?
Quien sabe.
Puede ser.
Aquél tipo dijo que me faltaba un tornillo.
¡Bah!
Tonterías.
No hay de qué preocuparse.
Así me fui a la cama. Pero el sueño deparaba sorpresas: pesadillas. Negras, espesas y sucias pesadillas comprimían mi sueño, agitaban la respiración y después mantenían mis ojos tan abiertos como los de un búho. No voy a decir que desperté, porque ni siquiera pude dormir. Me levanté, floté hasta el baño y me puse frente al espejo; contemplé mi cara golpeada de ojeras lagañas y malos recuerdos, y así tuve que asearme. Más no fui a ninguna parte; a la mitad de un somero desayuno me asaltó la idea del tornillo faltante. ¿Pero será posible? Me pregunté, al tiempo que sorbía el café y forzaba el pan a través de los dientes y encías hinchadas de sopor y desvelo. Me tembló la mano y solté la taza: cayó sobre el plato, rebotó y se hizo pedazos en el suelo. Un gato maulló afuera y se me aceleró el pulso. Mi mano no deja de temblar. Ahora respiro agitadamente. Comienzo a creerlo; verdaderamente estoy loco y me falta un tornillo. Me siento un poco mareado y escucho ruidos que antes no percibía. Me levanto y camino despacio, calculando distancias y arrastrando los pies. Me detengo: se que debo hacer algo, corregir el problema. Entonces fijo mi atención en la caja de herramientas que duerme en la cómoda de la entrada. Respiro bien hondo, mi cerebro se oxigena y recobro el equilibrio. Atravieso el pasillo, alcanzo el mueble; lo abro y saco la caja de herramientas. Primero el taladro. Después el tornillo. Lo único que encuentro es uno de media pulgada. Supongo que esa es la medida apropiada. Voy a la sala, prendo la tele y me siento en el gran sofá, uno especialmente diseñado para ver tele. Conecto el taladro y coloco la broca adecuada. Posiciono el aparato horizontalmente, justo por encima de la oreja, sobre el hueso parietal, y comienzo a taladrar. La broca destaza piel y músculo y después toca el cráneo y lo rompe. Soy cuidadoso: una vez que se ha alcanzado el tejido cerebral, interrumpo la perforación. Hay mucha sangre pero es normal. Dejo caer el taladro y tomo el tornillo. Gira. Va penetrando lentamente en el cráneo y llega al cerebro. Detengo la penetración. Siento un cosquilleo en la planta de los pies y mi lengua tiembla. En la tele pasan un programa que acostumbro ver. Me siento bien pero creo que debo empujar un poco más el tornillo. Media vuelta, solo eso. Ahora me siento mejor. Poco a poco la locura va cediendo. Estoy riendo, el personaje que sale en televisión es muy chistoso. Giro el tornillo, entra un poco más. De verdad que me estoy curando. Afuera, ladran los perros, chilla el timbre y el teléfono no deja de sonar. No, no voy a hacer caso de nadie ni nada, estoy a mitad de una importante terapia y no puedo perder la concentración. Ahora el tornillo se mueve solo, entra cada vez más, llena ese hueco en medio del cerebro, va equilibrando sensaciones, deseos, recuerdos y pensamientos. Ha terminado la programación, la tele se apaga y yo estoy aqui, en mi sillón favorito, con un gran tornillo en mi cabeza, cuerdo, sangrante y contento.
sábado, 8 de noviembre de 2008
CARNE CON CHILE Y NOPALES
Compra una charola de milanesa de pulpa negra, de la que viene cortada muy delgada. Extiende las sabanitas y sazónalas con sal y pimienta. Déjalas así algunas horas. Ahora enróllalas y cortalas en tiras.
Después corta una cebolla, igual, en juliana. Haz lo mismo con una penca de nopal grande. También pica un poco de ajo. Ten todos estos materiales a la mano. Toma un puñado de chiles de árbol y fríelos en aceite, solo a que se doren, no los vayas a quemar, coño. Remójalos en una olla con agua caliente y déjalos ahí un rato. Ahora licúalos con el agua de remojo y véle echando un poco de aceite, en un chorrito delgado, y después, aún con la licuadora en chinga y dando vueltas, agregas jugo de limón y sal. Pon la salsa por ahí, en un bol o algo. ¡Oye! ¡Te quedó con madre la salsa! Vierte un poco de aceite en el mismo sartén, caliéntalo y doras la cebolla hasta que alcance una coloración ambarina. Sácala del sartén y guárdala por ahí. En ese mismo sartén donde freiste los chiles y la cebolla pones a calentar un poco de manteca de puerco. Ya caliente, echas el ajo picado y antes de que lo quemes l
e agregas la carne y una cucharada de orégano seco. Una vez que esté bien cocida la carne, añade la cebolla y luego un poco de salsa. Huele con madre. Mezcla bien y retira del fuego. Reserva la mezcla en un bol y regresa el sartén al fuego. Abre una botella de vino de jerez, un fino o manzanilla. No vayas a comprar esa mierda que dice "tipo" jerez, porque es un pseudovino dulce que no viene al caso. Sigamos. Vacía un buen chorro de vino de jerez y raspa el sartén con una espátula, para disolver todas esas sustancias maravillosas que se han ido acumulando. Reduce un poco e incorpora nuevamente la carne con cebolla. Cuece un ratito más, hasta que la salsa obtenga una consistencia espesa. No mames; una salsa de chile de árbol con jerez. Esto es cosa buena. Sazona con sal. Saca la mezcla del sartén y resérvala en un bol. El sartén vuelve al fuego y con un poco de aceite salt
eas los nopales muy brevemente con un chorrito de salsa de soya y uno de vinagre blanco. Los nopales deben saltearse a fuego muy alto y rápidamente: quiero que queden crujientes, ácidos y sin baba.
Presentación y servicio: Mezcla la carne con los nopales. Pon todo dentro de una cazuela de barro y decora con cilantro fresco groseramente picado. Sirve con tortillas de nixtamal. De beber, una cerveza clara muy fría o un vaso de vino blanco con buena acidez. ¡Ahora tienes una comida de los cojones!
Este platillo va a quedar muy picoso, por el chile de árbol. Pica de a madre. Y ese es justamente el objeto de la receta. El picor, más la acidez del nopal, los tonos afrutados del vino de jerez, el dulzor de la cebolla, las notas a monte del orégano seco y el sabor fuerte y textura de la carne combinan perfectamente. Puede servirse con arroz blanco.
Variaciones: si quiere degustar este platillo pero sin el picor, use chile guajillo. No tendrá la intensidad que ofrece el chile de árbol pero añadiendo especias puede lograrse un platillo muy bueno. Si lo que se quiere es reducir el picor pero conservando el chile de árbol, agregue tomate machacado y un poco de vinagre. El sabor cambiará totalmente pero el platillo será muy bueno.
Vegetarianos: No. Aquí no admitimos vegetarianos. Si usted es vegetariano váyase al carajo. En este blog se come carne.
jueves, 6 de noviembre de 2008
PATTON

Patton estuvo a punto de perder la guerra -su guerra-; por poco y lo dejan fuera de lo que, en sus palabras, fuera "la campaña militar más grande de todos los tiempos". Pero nada de eso ocurrió. Ganó la guerra, cumplió con excelencia su destino y sirvió a su país. Empero, tuvo que pagar un precio: meses después de terminada la guerra, murió. No hay que lamentar nada, pues, en las palabras del general, "si un hombre da lo mejor de si mismo, ¿qué más hay?"

MUÑECAS
Colecciono muñecas.
De noche me gusta quitarles la ropa y tocarlas, sobarles sus brazitos y piernas tersas, sentir cómo resbalan mis dedos sin dificultad, y ellas sonríen me observan, sus ojos brillantes y claros, su boca chiquita y labios carnosos, húmedos.
Tengo varias, viven en un cuarto especial.
A veces lloran, y debo cerrar ventanas para que nadie escuche.