Se me está derritiendo el apéndice.
Todo comenzó con un dolor intenso que se agudizó hasta transformarse en un suplicio. Justamente cuando requería urgente inmediata atención médica quirúrgica, una gárgola milagrosa se apareció ante mí; envuelta en un halo místico balbuceó algo en un idioma desaparecido y se fue. Entonces el dolor desapareció. Después sentí un cosquilleo curioso hacia la derecha y por debajo del ombligo, seguido de una flatulencia potente y ruidosa. A la mañana siguiente acudí al retrete; al terminar la evacuación me asomé y noté que había defecado el apéndice; flotaba en el agua, amoratado, como un gusanillo herido, parcialmente disuelto.
Doy gracias a Dios y a su mensajero por este milagro concedido.
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