Me amarré una viga de acero al cuello y me arrojé al mar. Llegué al fondo, y esperando morir asfixiado, descubrí algo notable: puedo extraer oxígeno del agua. Después esperé a ver si la presión me hacía estallar el cráneo, pues me encontraba a incomesurable profundidad, pero no ocurrió absolutamente nada. Aburrido, rompí con los dientes la cadena que me ataba a la viga, nadé hasta la superficie y alcancé la playa. Los pescadores de la localidad me recibieron con aplausos y gritos de júbilo.
Y si lo intentamos de nuevo (?)
Hace 7 años
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