miércoles, 3 de febrero de 2010

VIENTO





El viento sopla con fuerza y sacude las ramas.
-Se cayó el basurero de la calle, -dije. Lo oí, respondió el niño. 
En momentos se calma, pero pronto vuelve a azotar. -Escucha el viento, -susurré, mientras una bocanada de aire se abre paso por la ventana y hace bailar la cortina. Abre los ojos y surca el techo de la habitación, como queriendo encontrar un rastro visible de la ventisca. Comienza a llover. El ambiente se llena de un aroma mineral, seguido de tierra humeda. -Tengo frio. -Y al jalar la cobija ocurre un apagón. Entra más aire, levanta un montón de hojas sobre el escritorio y las esparce por la habitación, como pájaros enloquecidos en medio de una tormenta. Abrió bien los ojos y la boca y apretó la cobija.
Siguió con los ojos abiertos, imaginando, en medio de aquella oscuridad agitada, el aire y la lluvia.
Duerme.
Ha dejado de llover, pero el viento sigue, y se confunde a veces con su respiración.


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