Hoy escuché una historia particularmente extraña; una vecina adoptó un perro chihuahueño que nació ciego e hidrocefálico. Una tarde, su hijo cargó al perro, pero debido a su torpeza lo dejó caer y el perrito azotó contra el suelo, donde se fracturó el cráneo y murió al instante. Cuando me platicaron esto, de inmediato dije que eso había sido lo mejor que le hubiera pasado al extraño animal, y pronto recibí miradas reprobantes, ojos lacrimosos, intenciones de tortura y sentencias de muerte.
Sigo alucinando con la imágen de un chihuahua ciego e hidrocefálico y no logro sacarlo de mi cabeza; siento que entre más pienso en él, mi cráneo se inflama, crece y amenaza con explotar. Oh, por Dios: si de por sí estos animales son raros y feos, solo de pensar en uno con los ojos blancuzcos e idos y el cráneo desproporcionado me aterra, inflama mi vejiga y genera una incontinencia que, mientras escribo estas líneas, hace que me orine de angustia. De verdad: estoy orinado. En momentos imagino que hice mal, que debí haber buscado al animalito, ir a la calle de Morelos, sentarme sobre los adoquines, amarrarlo, colocar un sombrero invertido para la recepción de las útiles y benditas monedas y pasar la tarde tocando tristes y melancólicas notas en la harmónica, y mientras el animal solloza, los transeúntes derraman lágrimas piadosas y arrojan dinero al sombrero. Estoy orinado y llorando. Ayuden a este pobre ciego hidrocefálico a terminar sus días ladrando de gusto, no de angustia: al perro, arrójele un trozo de comida y a un servidor, unas monedas.
Pobre animal.
Lo bueno es que ya se murió.
2 comentarios:
Jajajaja lo bueno que ya se murió. Excelente!
Saludos chef espero poder visitar su fonda pronto
Eres tremendo imbecil!aparte de todo indolente, no tienes espejos en tu casa para que veas lo horrible que eres por fuera, ya por dentro demuestras estar podrido!
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