Hoy domingo decidí apagar mi teléfono celular. Estoy HARTO. El estrés me está matando, y este pinche aparato no hace más que amplificar los problemas. No me importa si se muere un familiar, se quema el negocio, si a cuquita la bolsearon o alguien tiene algo importantísimo que decirme: se acabó. A la chingada con el aparatito con su pantalla, sus teclas, su musiquita pendeja para llamadas y su tono ridículo para mensajes. Quiero vivir en paz unas semanas, como si estuviéramos en los ochentas o los setentas, donde no había celulares, ni computadoras ni una chingada. Has de cuenta que me regresé al pasado; si la tecnología no me encuentra, no estoy.
Adiós.
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