Una de mis películas favoritas es CONAN, el bárbaro. Tiene muchas escenas y fráses célebres. Pero el filme presenta un segmento que juzgo no solo de clásico, sino de imprescindible; el bruto de Swarzchenneger (¿existe un mejor actor para este papel?) se acerca sigilosamente a James Earl Jones (enorme, de lo mejor), lo confronta, y mientras este último intenta mesmerizarlo con argumentos envolventes paternalistas y patriarcales, el bárbaro emerge de su brevísimo letargo y, usando la espada forjada por su padre y robada en aquella primera y mítica escena, asesta un primer golpe directo sobre el cuello de Jones, cercenando piel, esternocleidomastoideo y paquete neurovascular (específicamente la arteria carótida). Pero el asunto no termina ahí. El machetazo inicial no ha sido suficiente; James Earl jones se lleva la mano al cuello, sangra profusamente, sus ojos se hacen tan grandes como la sorpesa de sus seguidores, quienes enmudecen y esperan el asesto fatal del bárbaro, quien, inflamado por la adrenalina, el ímpetu de venganza y la reacción de la muchedumbre, revira en un segundo golpe, seguido de un tercero, y entonces logra cercenarla completamente. El cuadro final fluye como agua de rio cuando el bruto toma la cabeza y los largos cabellos del tirano manipulador entre sus dedos y la arroja hacia el silencio apabullante de sus seguidores, quienes la ven caer por las escalinatas del templo. La insistencia en el detalle del sacrificio del tirano hace más evidente y sanguinaria la venganza del bárbaro (después de todo, ¿acaso no deben ser así las venganzas?) Como suma y final de toda esta épica, el bruto baja por las escaleras del templo cuya santidad justo acaba de profanar y violar, toma un incensario con aceite y lo impulsa hacia el corazón del templo, incendiándolo y eventualmente destruyéndolo, en un hecho representativo de un David luchando contra un Goliath, pero reproduciendo reafirmando también la decapitación previa del tirano. Dicho de otra forma: la fuerza bruta, la pasión, han triunfado sobre la ignorancia y la manipulación.
Esa es una escena, no chingaderas.
El problema intelectual aquí es que no existe relación alguna con la reflexión o el razonamiento: el pensamiento crítico y reflexivo sencillamente no existe. Esto habría de ocurrir unos ochocientos años después, con el perdón de Dios y todo su acúmulo estéril de santos vírgenes y mártires.
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